E235 Cómo los IMPUESTOS me están cambiando la vida – Literalmente
- César
- 2 days ago
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Flashcards de vocabulario: Cómo los IMPUESTOS me están cambiando la vida – Literalmente
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Episodio 235 - Cómo los IMPUESTOS me están cambiando la vida – Literalmente
Estudiante, hoy te hablo con mi casa llena de cajas por todos lados. Porque, sí, estoy literalmente poniendo todas mis pertenencias, todas mis cosas, en cajas de cartón porque me mudo, me voy de esta casa. Bueno, nos mudamos Oliver y yo. Dejamos el piso de alquiler y nos vamos a vivir con mi madre y con mi hermana durante unos meses. ¿Por qué? Porque necesitamos ahorrar. Y esa necesidad de ahorro está muy relacionada, entre otras cosas, con el tema de hoy: los impuestos.
Vamos a hablar de impuestos. De esos señores invisibles que vienen a visitarte cada año y te dicen: “Hola, ¿qué tal? Paga.”
Y, por cierto, si nunca habías escuchado esta palabra en español —"impuestos"—, te la explico rápidamente. Un impuesto es una cantidad de dinero que el Estado obliga a pagar a las personas y a las empresas para financiar servicios públicos: sanidad, educación, transporte, pensiones, etc. Viene del verbo imponer, que significa obligar. Y aunque a nadie le hace mucha gracia pagar, tienen una función muy importante en el funcionamiento de una sociedad.
Antes de empezar, te recuerdo que en la página web www.spanishlanguagecoach.com tienes la transcripción gratuita de este episodio, la traducción al inglés y también flashcards de vocabulario para que puedas repasar las palabras nuevas. Ya sabes que el objetivo de este pódcast es darte input comprensible para que tu español mejore sin darte cuenta.
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Y por cierto, ahora que estamos entrando en la época navideña, en Navidad, quiero hacerte un regalo, un regalo de Navidad. Es un regalo sorpresa que quiero hacer a las personas que escuchan mis pódcasts, así que, como tú eres uno de ellos, al final del episodio te explico cómo conseguirlo, aunque si tengo tu email seguramente ya lo hayas recibido en un inbox, o mejor dicho, en tu bandeja de entrada.
Vale, seguimos. Como te decía, estamos en proceso de mudanza. Todo esto tiene que ver con los impuestos. Este año me toca pagar bastantes. Muchos. Más de lo normal. Y no es que me hayan pillado por sorpresa, porque bueno, los impuestos llegan todos los años. Pero este año, digamos que han llegado con fuerza. Como un huracán fiscal.
El motivo es que en los últimos 18 meses he vivido en dos países diferentes, y claro, eso complica las cosas. Dos sistemas, dos normativas, dos declaraciones, dos años fiscales. Además, la persona a la que le delegué mis declaraciones de impuestos en Reino Unido no me informó bien de lo que tenía que hacer al cambiar de país, y voy a tener que pagar más de lo esperado. Pero bueno… También, a esto le sumamos que estamos reformando nuestro apartamento. Es decir, estamos invirtiendo dinero en nuestra futura casa. Y esta reforma también ha sido mucho más cara de lo que pensamos al principio. Y como te puedes imaginar, eso significa que durante los primeros meses de 2026, tenemos que apretarnos el cinturón.
¡Una expresión muy buena, por cierto! Apretarse el cinturón significa reducir los gastos, gastar menos. Es una forma coloquial de decir que hay que ahorrar porque la situación económica no permite muchos lujos. Es muy común escuchar esta frase cuando se habla de crisis económicas o de momentos en los que toca priorizar.
Y aunque somos afortunados, tremendamente afortunados, porque tenemos trabajo y porque podemos llegar a fin de mes –otra expresión muy común que significa que puedes pagar todas tus facturas y necesidades básicas con tu salario–, pues hemos decidido reducir el gasto más grande que tenemos: el alquiler. Por eso, vamos a vivir a casa de mi madre unos meses.
Y a ver... metiéndonos en el tema de hoy. Todo el mundo sabe por qué es importante que existan los impuestos. Porque, vale, a nadie le gusta pagar, eso ya lo sabemos. Pero en países como España o Reino Unido, donde he vivido, los impuestos son los que permiten que exista lo que llamamos el "estado del bienestar". Y eso no es otra cosa que un sistema que garantiza servicios básicos para toda la población. Da igual, no importa, si ganas mucho o poco, si estás en paro (si estás sin trabajo) o si tienes una empresa que genera millones al año. Todos tenemos derecho a una sanidad pública, a una educación pública, a recibir una pensión cuando nos jubilamos, o a recibir ayudas si perdemos el trabajo. Todo eso se financia con los impuestos que pagamos entre todos.
Por ejemplo, en Reino Unido el sistema de salud público se llama NHS (National Health Service) y, aunque tiene muchas cosas que mejorar, es gratuito en el punto de acceso. Es decir, puedes ir al médico sin pagar nada. En España es similar: tienes acceso a tu médico de cabecera (el generalista), a especialistas, a operaciones, a tratamientos, sin coste directo. Eso es posible porque todos contribuimos y lo hacemos de forma progresiva. Los que ganan más, contribuyen más.
Y hoy quiero hablar de dos opiniones muy frecuentes cuando se habla de impuestos. Por un lado, están las personas que los critican de forma muy dura. Personas que incluso se van a lo que se llaman paraísos fiscales, que son países o territorios donde los impuestos son muy bajos o casi inexistentes. El objetivo de mudarse a uno de estos lugares es pagar lo mínimo posible, incluso cuando tienen mucho dinero. También están los que no se van físicamente, pero utilizan estructuras fiscales muy complejas para pagar lo mínimo. En los dos casos: tanto los que se van, como los que usan estructuras fiscales complejas suelen ser personas que tienen el suficiente dinero para poder hacer esto, claro. Muchas veces estas personas piensan que el sistema está diseñado de forma ineficiente, que se aprovecha de los que más pagan, y que, en definitiva, no merece la pena contribuir porque el dinero se pierde en corrupción o mala gestión.
Y luego está el otro extremo: las personas que defienden los impuestos casi sin cuestionar nada. Que creen que todo está bien tal y como está, que no hace falta revisar el sistema, ni los procesos, ni los resultados. Y claro, tampoco estoy de acuerdo con esa visión. Porque aunque yo defiendo firmemente el valor de los impuestos y del sistema del bienestar, también creo que el sistema tiene que actualizarse, adaptarse a los cambios sociales y económicos.
Por ejemplo, un tema que preocupa mucho es el de las pensiones de jubilación. En muchos países europeos, y especialmente en España, la población está envejeciendo. Hay cada vez más personas mayores y menos personas jóvenes trabajando y cotizando (cotizar es aportar cada mes con parte de tu salario a través de los impuestos). Esto crea un desequilibrio: hay más gente que necesita pensión, pero menos ingresos (menos entrada de dinero) para sostener el sistema. Y si no se hace nada, eso puede generar un problema muy grande en unos años. Así que sí, es necesario abrir este tipo de debates con seriedad y con responsabilidad. No para destruir el sistema, sino para mejorarlo. Para que sea justo, sostenible y eficaz para todos.
Y es verdad que el sistema no es perfecto. Hay listas de espera, hay recortes, hay desigualdades. Pero también es verdad que gracias a estos sistemas, millones de personas pueden vivir con dignidad. Pueden cuidar su salud, pueden estudiar, pueden sentirse seguras incluso en los momentos más complicados.
Y hay algo que me preocupa especialmente: la tendencia en España, cada vez más clara, de intentar privatizar sectores que tradicionalmente han sido públicos, es decir, financiados con impuestos. Como la sanidad o la educación. Y claro, estos sectores, además de ser esenciales, son muy rentables. Por eso despiertan tanto interés económico.
Hace solo unos días, hubo una noticia bastante escandalosa. Un directivo de una empresa que gestiona un hospital público, es decir, es un hospital público, pero que lo gestiona una empresa privada, tuvo que dimitir después de que saliera a la luz una grabación. En esa grabación decía que una forma de aumentar beneficios era alargar las listas de espera. Imagínate. Hacer esperar más tiempo a la gente que necesita una operación, por ejemplo. Alargar las listas de espera para ganar más dinero. ¿Cómo puede ser esto compatible con el derecho a la salud?
Este tipo de cosas enfadan y entristecen mucho. Porque son un ataque directo a la idea del sistema del bienestar. A esa idea de que, vivas donde vivas, tengas el dinero que tengas, puedes recibir una atención médica de calidad, puedes estudiar en una escuela pública buena y puedes tener acceso a servicios esenciales.
Como digo, por supuesto que es necesario debatir sobre reformar el sistema, de tener también más mecanismos de control por ejemplo, aunque no es fácil. Yo cuando vivía en Reino Unido conocí a un chico español que trabajaba 20 horas a la semana, lo que llamamos trabajar a media jornada, aunque en su empresa le ofrecían constantemente subir a 40 horas a la semana. Es decir, le ofrecían trabajar a jornada completa. Y él me contó, sin ninguna vergüenza, que no quería trabajar más horas porque si lo hacía perdía los benefits (una ayuda económica) que le daba el gobierno por tener pocos ingresos (poca entrada de dinero). Yo entiendo que este tipo de personas sinvergüenzas enfaden a la gente. ¡A mí también! Por supuesto que me enfada, por eso pienso que debería haber más control para evitar que estas cosas pasen. Aunque seguro que es complicado de controlar. Pero que existan estos casos no quiere decir que haya que eliminar estas ayudas para la mayoría de personas que sí que lo necesitan.
Es lo mismo que con los seguros. Yo cuando trabajaba vendiendo teléfonos móviles algunas personas contrataban un seguro por rotura o robo. Y algunas, algunas personas sinvergüenzas fingían que les habían robado el móvil, ponían una denuncia falsa a la policía y se llevaban un nuevo teléfono gratis. Pero claro, eso era una minoría. Una pequeña parte. Y no por esa minoría fraudulenta la compañía de seguros dejaba de ofrecer los seguros a todos los clientes. Lo que hacía era encontrar nuevas formas de detectar estos fraudes y denunciar a esas personas concretas.
Esto es importante, porque muchas veces caemos en lo que se llama la "falacia del ejemplo extremo". Y muchos medios de comunicación hacen esto. Es decir, usar un caso muy llamativo, un caso extremo, para justificar una decisión que afectaría a todo el sistema. Como si por culpa, por la responsabilidad, de unos pocos que hacen trampas, se cancelara un beneficio que ayuda a muchísimas personas. No tiene sentido. Lo lógico es intentar evitar el fraude, claro, pero no eliminar el sistema entero por culpa de unos pocos.
Y hablando de sistemas de control y de mejorar las cosas, otra posible mejora es esta:
Una queja que escucho muchas veces sobre los impuestos —y aquí sí estoy en parte de acuerdo— es que las personas con mucho dinero pueden contratar a asesores expertos y crear estructuras fiscales legales (o al borde de la ley) para pagar menos impuestos. Mientras tanto, alguien con un salario simplemente bueno, de clase media o media-alta, no tiene acceso a estas estrategias y acaba pagando un porcentaje más alto de su sueldo. Es decir, no es que las personas ricas no paguen, pero a veces su “tipo efectivo”, el porcentaje que pagan, es más bajo. Y claro, eso crea una sensación de injusticia enorme en muchas personas.
Repito: mi visión personal del asunto es que hay que reflexionar sobre estas cosas y mejorarlas. No nos podemos quedar en el inmovilismo, y no hacer nada, y tampoco podemos querer destruir un sistema, solo porque hay cosas que no funcionan.
Yo no puedo dejar de pensar en qué hubiera sido de mí y de otras millones de personas como yo, sin un sistema del bienestar financiado con impuestos. De cómo, a muchos de nosotros nos ha cambiado la vida este sistema.
Fui el primero de mi familia en ir a la universidad. Y lo hice gracias, entre otras cosas, a que había una universidad pública, de calidad, accesible. Aprendí inglés en una escuela pública de idiomas. Pude vivir un año en el extranjero gracias a becas, ayudas del estado. Esa experiencia, vivir fuera, aprender otro idioma, conocer otra cultura, me ayudó muchísimo a crecer como persona y como profesional. Me hizo más completo, más abierto, más preparado. Me hizo llegar a crear este proyecto con todas las herramientas que gané.
Y ese beneficio que recibí, ahora vuelve. Vuelve a través de los impuestos que paga mi empresa. Antes en Reino Unido, y ahora aquí, en España. Y yo espero sinceramente que esos impuestos sirvan para que otras personas, que estén hoy en la misma situación en la que estuve yo, puedan también progresar. Puedan estudiar, aprender, desarrollarse.
Y no solo hablo de cosas académicas o profesionales. Hablo también de los momentos difíciles, de los momentos duros de la vida. Porque cuando la vida te golpea, cuando de verdad se pone difícil vivir en un país con un sistema del bienestar marca la diferencia.
Cuando mi padrastro, Vicente, enfermó y desafortunadamente murió, eso no supuso una carga económica extra para la familia. No tuvimos que pagar por su tratamiento. Él pudo seguir recibiendo un salario mientras estuvo enfermo. Y cuando murió, mi madre empezó a recibir una pensión de viudedad. Y esa pensión le permitió seguir adelante. Le permitió mantener una vida digna. Si ese sistema no hubiera existido, si hubiéramos vivido en un país donde todo depende del dinero que tienes en el banco, mi madre lo habría tenido muchísimo más difícil.
Creo que los impuestos tienen sentido. Necesitan reformas, sí. Necesitan más control, más transparencia, más justicia. Pero la alternativa (vivir sin ese sistema de protección, sin red, sin servicios básicos para todos) es, en mi opinión, mucho peor.
Así que, bueno, aquí termino este episodio, estudiante. Gracias por escuchar hasta el final. Me encantaría leer tu opinión sobre este tema. ¿Cómo es el sistema en tu país? ¿Crees que funciona bien? ¿Te parece justo?
Y por supuesto, no me olvido, el regalo del que te he hablado al principio del episodio. Si lo quieres solo tienes que ir a spanishlanguagecoach.com/regalo Barra es “slash” y allí lo puedes conseguir. Es un regalo de Navidad, así que hay que mantener un poco el misterio.
Y si te ha gustado el episodio, ya sabes: suscríbete, recomiéndalo a otros estudiantes y déjame un comentario para practicar tu expresión escrita.
Un abrazo muy grande.
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