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E44 La mancha, sombras amenazantes y reconciliarse con el pueblo - charla con el autor Enrique Aparicio.

Updated: Jun 11, 2024


Lista de vocabulario (leer antes de escuchar el episodio):



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Episodio 44: La mancha, sombras amenazantes y reconciliarse con el pueblo - charla con el autor Enrique Aparicio. Hola estudiante, te doy la bienvenida a un nuevo episodio del podcast de Nivel Avanzado de Spanish Language Coach. Ya sabes que aquí escuchas conversaciones reales en español. Hoy tengo la suerte de hablar con Enrique Aparicio, que nos presenta su primera novela, La Mancha. Pero antes te recuerdo que para comprendernos mejor y entender esas palabrejas que quizás no conoces o expresiones, modismos, lo mejor es que leas la guía de vocabulario antes de escuchar el episodio. También puedes utilizar la transcripción si lo necesitas y las flashcards de vocabulario. Todo esto lo tienes de forma gratuita en la web www.spanishlanguagecoach.com. Y ahora quiero presentar a mi invitado, Enrique Aparicio. Enrique, nacido en un lugar de La Mancha del que en el pasado alguna vez no quiso acordarse, aunque parece que eso ha cambiado, hoy nos presenta su primera novela, La Mancha. ¿Y quién es Enrique? Pues es periodista cultural, podcaster y autor, pero sobre todo, es una persona que ha cumplido el sueño de su vida. Cuéntame esto, Enrique.


¿Qué tal? Encantado de hablar contigo. Pues sí, no me duelen prendas de reconocer que publicar una novela, la verdad es que era el sueño de mi vida y ese sueño se ha cumplido. Durante casi toda mi vida, yo fantaseaba con que esto ocurriera y finalmente, la mancha existe y me da mucho gusto que así sea por su propia materialidad y también porque es una historia que es muy importante para mí y celebro mucho el hecho de que la haya contado, haya sido capaz de contarla en los términos en los que lo hace la mancha.


Es un ejercicio de valentía, te tengo que decir. Yo he pensado muchas veces: Ostras, qué valiente.


No sé si de valentía, pero desde luego creo que hay una parte de honestidad. Creo que, evidentemente, se trata de autoficción, que autoficción para mí no es un género. Yo creo que se puede hacer autoficción de cualquier género que quieras, de terror si quieres, de ciencia ficción, de lo que sea. Para mí, la autoficción es más bien un recorrido. Partes de tu propia vida, partes de lo auto, pero llegas a la ficción. Y en ese sentido, La Mancha es una novela, es una novela con todo sus condicionantes, con estructura de novela, con lógica de novela, con todas las herramientas de la ficción literaria. Pero efectivamente cuenta una historia que está basada en vivencias, emociones y reflexiones que yo mismo he hecho a lo largo de mi vida y que, bueno, ahora soy capaz de contemplar y de usar y de jugar con ellas como piezas de un puzzle para componer una historia que funciona con la lógica de la ficción, pero que, evidentemente, reconozco que hay muchas piezas que están tomadas de la realidad y de mi vida y de mi entorno y de mis amigos. Y que he procurado encajar con el objetivo también de que no solo funcione como una novela de ficción, sino como también testimonio de una experiencia, en este caso de una persona del colectivo LGTBIQ Q+ que ha nacido en un pueblo muy pequeño de La Mancha y que debe regresar a él y enfrentarse casi a las cuestiones pendientes que han quedado allí.


Efectivamente. Tú hablas de la generación bisagra, esa generación de personas LGTBIQ+, que no hemos sufrido las palizas, ni las cárceles, ni la represión tan tremenda del franquismo, pero tampoco gozamos de la libertad con la que... No todo el mundo, pero aparentemente hay más libertad ahora o el ambiente es un poco más generoso para nosotros. Enrique, primero te quería dar la enhorabuena. Me ha encantado la novela. Te envié un mensaje en Instagram y por eso te invité al podcast. Muchas gracias. Y estoy superagradecido. Darte la enhorabuena también, porque ya está en marcha la segunda edición y lleva una semana.


Qué fuerte eso.


El libro. Así que enhorabuena. ¿Cómo definirías a alguien? O sea, si una persona de las que nos están escuchando, que es un público bastante internacional, como te he dicho, si tú le preguntas a alguien de España: Oye, ¿qué es La Mancha? Todo el mundo sabe lo que es la mancha. Pero, ¿tú cómo definirías la mancha? No tu libro, sino la región.


Sí, es que mi libro, evidentemente, parte de ese juego de palabras, que está bien explicarlo para las personas que no son hablantes nativos de español. La novela se llama La mancha, pero con M minúscula, es decir, la mancha en tanto sustantivo. Lo que pasa es que la región de la que yo provengo es la Mancha con M mayúscula, es decir, el topónimo que designa a un trozo del territorio español, que legalmente forma parte de la Comunidad Autónoma Castilla-La Mancha, la única comunidad autónoma española que necesita un guión en el nombre porque contiene ahí dos realidades territoriales un poco a la buena de Dios. Tú decides dónde acaba una y dónde empieza la otra. Este es otro tema que se nos va. Pero La Mancha es un territorio archiconocido, también internacionalmente, sobre todo porque la novela más importante de todos los tiempos y de la historia de la literatura ocurre en parte de aquí, que es, por supuesto, Don Quijote de la Mancha. Pero bueno, pues La Mancha también es un territorio, sobre todo, que yo creo que podemos definir como rural, podemos definir como pobre, para qué no decirlo, para qué ocultarlo. Y que tiene, digamos, todavía mucho que aprender de la autoestima colectiva que tienen otras regiones de España, donde esa identidad territorial es mucho más fuerte, mucho más marcada y legalmente, institucionalmente, podríamos decir, han conseguido cosas mucho más potentes y relevantes. La Mancha en ese sentido y la identidad manchega, que esto me acuerdo en mi última visita a México, a la gente le hacía mucha gracia porque no había conectado que el queso manchego es el queso de la Mancha. Allí venden muchísimo y consumen muchísimo queso manchego, pero no conectan que manchego es el adjetivo de aquello que procede de la Mancha, el gentilicio de la Mancha. Y por eso creo que internacionalmente, aparte de ser la tierra del Quijote, también es la tierra de Pedro Almodóvar el cineasta español más internacional, y por supuesto de Sara Montiel, nuestra primera estrella de Hollywood también fue Manchega. Pues bueno, ahí mi novela se inscribe con toda humildad en en esa presentación de La Mancha al exterior. Y lo que cuenta la novela, en realidad yo creo que es bastante comparable a lo que puede ocurrir en cualquier pueblo pequeño de otras comunidades autónomas. Yo creo que alguien de un pueblo de Extremaduras, de un pueblo de Andalucía, de un pueblo incluso del país Valenciano, ¿por qué no? También puede tener esa experiencia, e incluso de un barrio, de un barrio periférico de una ciudad grande o incluso de una capital de provincia pequeña, que sabemos que en España hay muchas ciudades pequeñas, la mayoría son ciudades pequeñas. Yo creo que la experiencia es bastante similar.


Sí, 100%. Yo soy de Valencia, que es la tercera ciudad más grande de España, y sin embargo, me he sentido muy identificado con muchas de las cosas que hay en el libro. Y creo que hay muchas personas que han empezado, se han mudado, han empezado en un lugar nuevo, han empezado desde cero, porque querían borrar ese pasado, empezar, no a performar una personalidad diferente, pero sí, romper con el pasado. Incluso, como en el caso de tu de tu personaje o en tu caso propio, creo que también, incluso cambiar el acento un poco, la forma en la que se habla. En este podcast hablamos con Antonio, que es un compañero que se dedica a la enseñanza del español, pero con acento andaluz y habla mucho de andalucismo y todo esto, hablamos de glotofobia y autoglotofobia. Esa necesidad de cuando te vas a la capital, eliminar todo rastro de tu habla manchega, que luego has recuperado en tu libro. Me parece superinteresante.


Neutralizar el acento, que me gusta la doble acepción que tiene neutralizar ese verbo en español, porque quiere decir llevar algo a lo neutro o a lo que tú piensas que es neutro, a lo estándar o a lo estandarizado, que no es exactamente lo mismo. Y luego neutralizar también significa erradicar en español, destruir algo, acabar con algo. Neutralizar a un enemigo es acabar con él. Entonces, me parece que no es casualidad que las dos acepciones convivan en esta palabra, porque creo que cualquiera que haya llegado con un acento que es percibido como no neutral a Madrid, sobre todo, ha procurado, o al menos la gente de mi generación y de todas las anteriores, diría, pues ha procurado pasar lo más desapercibido posible. Y eso incluye neutralizar tu acento. Y estoy convencido de que habrá estudiantes de español que sean de Essex y que se muden a Londres y que piensen que hablar lo más parecido al inglés de Londres, pues les permitirá ser aceptados en mayor medida que no su acento original. Entonces, creo que es un fenómeno global y es un fenómeno que ahora mismo somos más conscientes de él. Yo cuando neutralicé mi acento manchego y mi habla manchega, no era exactamente consciente de que lo estaba haciendo, simplemente imitaba aquello que yo pensaba que me iba a beneficiar. Y efectivamente, esta novela, La mancha, significa una apuesta por fijar de alguna manera y hablar de esa pérdida, de ese desgarro con el que muchas veces uno abandona, abandona su casa, abandona su lugar de origen. Muchas veces intenta abandonar incluso su clase social. Porque también en esa neutralización de tu acento está normalmente el hecho de que esos acentos son percibidos como de gentes más pobres y, por lo tanto, menos preparadas, menos idóneas para hacer una entrevista de trabajo, por ejemplo. Hablar en andaluz, con acento manchego, con acento extremeño. Incluso, si me apuras, con mucho acento gallego, con mucho acento valenciano, de pueblo, probablemente quede, y pongo comillas, poco profesional en una entrevista de trabajo. Hemos aprendido, hemos naturalizado que hablar con esos acentos resulta menos profesional y, por y, por lo tanto, si tú tienes un acento muy marcado, andaluz o manchego o valenciano o gallego, vas a tener menos opciones de ser aceptado en una oficina o en un grupo de amigos o donde sea, en Madrid, en Barcelona, en Valencia capital. Y efectivamente, también digamos que hay una apuesta formal en la novela por explorar el habla manchega y, además, por hacerlo desde la experiencia, incluso de una segunda voz, que es una mujer de otra época, de una época anterior y que tiene muchas limitaciones a la hora de expresarse por escrito. Es decir, ha recibido una casi nula educación. Por lo tanto, comete muchas faltas de ortografía. No distingue, a ella le pasa que no distingue qué palabras son manchegas y qué palabras serían correctas entre todas las comillas del mundo, usar en ese castellano neutro y, por lo tanto, ella tiene más pureza a la hora, a pesar de sus limitaciones, ella es mucho más pura a la hora de dejar por escrito las cosas que están pasando por su cabeza y que están ocurriendo con su acento y con su habla manchega. Y sin embargo, el protagonista Valentín, que en la novela tiene 25 años porque sucede en el verano de 2013, él sí tiene ese conflicto. Y él sí puede elegir, puede elegir entre el habla manchega y el habla neutralizada en ese español estandarizado, que no existe, por supuesto, como todas las lenguas estandarizadas no son lenguas reales que la gente hable, sino que es una estandarización que es la que se habla en la tele, la que se habla en la radio, la que queda bien que tú uses, pero muy pocas veces es un habla real.


Sí, esto pasa también en inglés, pasa muchísimo, que parece que sobre todo el problema es la asociación esa de profesionalidad, de cualificación, que nada tiene que ver con la realidad. En esa parte de la novela, ese segundo personaje que utiliza el habla manchega, también me parece muy interesante, especialmente para las personas que nos escuchan, para entender un poco cómo era la España de la posguerra, después de la guerra civil. Me parece un personaje superinteresante y que a pesar de sus limitaciones a la hora de escribir, transmite tantísimo. Otra vez pone manifiesto que no hace falta tener la mejor prosa del mundo para saber transmitir y comunicar. Es un personaje que me encantó descubrir y tenía muchas ganas de saber quién era y cómo estaba conectado con el otro personaje. Lo disfruté, lo disfruté muchísimo. Enrique, te quería hablar de la autoficción. Has mencionado que para ti no es un género, es más bien como una técnica que se puede aplicar a cualquier tipo de género. Y cuentas que tuviste un bloqueo a la hora de escribir la novela. Estuviste tres meses con el folio en blanco, o sea, la inacción se apoderó de ti y que una de las soluciones que encontraste, y por eso pienso que es bastante valiente, pasar de la tercera persona a la primera persona, hacerlo más personal, incluso. Quiero que me cuentes este proceso, cómo fue. Y sobre todo, también algo que me pareció superinteresante, es que tú siempre pensaste que esta primera novela sería un acto de venganza hacia tu pueblo y sus gentes. Y sin embargo, eso un poco la finalidad ha cambiado. ¿Esto pasó a la hora de escribir, o sea, el proceso, o ya habías tomado la decisión antes de empezar a escribir la novela?


Pues te contesto en el orden de las preguntas.


Sí, perdón.


Efectivamente, bueno, escribir una primera novela también significa descubrir cómo tú escribes una novela, porque no hay una sola fórmula. Se habla mucho de escritores de mapa y escritores de brújula. Hay quien tiene un mapa, es decir, sabe dónde quiere llegar y sabe todos los puntos que tiene que atravesar para llegar a ese destino. Y luego hay quien tiene una brújula, no sabe por qué territorios va a atravesar para llegar a su destino, pero tiene una dirección, no sabe lo que se va a encontrar por el camino, solo tiene la dirección que quiere seguir. Entonces, claro, yo me senté por primera vez ante la hoja en blanco, como se suele decir, sin saber si yo era de uno de otro o una combinación o ninguna de las dos. Entonces, como que fui probando qué funcionaba más conmigo. Si tengo que decantarme, creo que soy de brújula, más bien. Pero en cualquier caso, sí que yo arranqué, digamos, con un impulso muy potente, porque me hacía mucha ilusión que por fin me fueran a publicar una novela, que aquello ya no fuera una fantasía, sino que ya fuera una meta concreta. Y yo tenía mi contrato con la editorial y entonces ya era real. Pero como te digo, arranqué con mucha potencia y cuando llevaba unos meses me bloqueé completamente. Y me bloqueé, entre otras cosas, por lo que dices, porque yo había intentado explicar esta historia con un punto de vista más externo, porque yo pensaba que eso tenía más mérito, por una falacia como esa, porque como se critica tanto la autoficción y parece que es una cosa que es más fácil, que no tiene tanto mérito, yo me decía: No, entonces yo tengo que impresionar, tengo que ganarme el respeto de no sé qué público o de no sé qué personas.


Esa gran obra maestra, esa primera obra.


Claro, o una obra maestra o nada.


Ser el Truman Capote español, de la primera novela.


Por supuesto. Esta va a ser mi Otras voces, otros ámbitos. Entonces, claro, eso es una presión muy grande, insoportable. Y eso, efectivamente, también había tenido una traducción en el punto de vista de la voz narradora, que yo me había empeñado en escribir en tercera persona y en pasado. Es decir, Valentín observó lo que fuera y entendí en mitad de esa crisis que esta historia, que es sobre todo la voz de Valentín, que es la voz principal, es lo que se suele llamar un tren de conciencia. Son sus pensamientos. Él va plasmando lo que piensa, lo que observa. A veces hay diálogos y a veces hay observaciones y descripciones, pero sobre todo es su tren de pensamientos, es lo que él va generando dentro de su cabeza respecto a lo que va viviendo, lo que recuerda. Entonces, claro, es muy difícil plasmar un tren de pensamiento desde fuera, desde una voz narradora que no está dentro de esa cabeza. Claro, cuando yo me quité de encima un poco esa presión tan grande, cambié el punto de vista a primera persona y un poco me convencí de que no hacía falta que esto fuera una obra maestra, pues claro, fue como abrir la puerta de una presa. O sea, de repente, después de esos tres meses de bloqueo, yo en cuatro días dupliqué lo que llevaba escrito. Quiero decir que por fin aquello me brotó, brotó dentro de mí porque por fin había encontrado el cauce que necesitaba. Y efectivamente, ese torrente, que de repente por fin estaba liberado, pues tenía mucho que ver, por supuesto, con mi experiencia personal, siendo un chico marica de un pueblo pequeño que siempre pensó que la ficción o la literatura, la escritura, era el arma con la que por fin se iba a vengar de esa herida tan grande que su pueblo pensaba entonces le había provocado por el hecho de no encajar y de sufrir muchísima violencia. Violencia simbólica que, como decías antes, por mi generación a mí no me han dado palizas por ser maricón. Y uso la palabra maricón, conscientemente, porque la reclamo, como en inglés se hace con queer, por ejemplo, porque la reclamo para mí y desactivo que otros me la puedan arrojar. Pues eso, yo pensé que mi primera novela iba a ser una venganza para devolver ese dolor. Claro, yo al Valentín de la novela le llevo ventaja porque tengo diez años más que él y he vivido muchas más cosas. Y entre otras, yo he aprendido a, no sé si superar, pero al menos sí, reconciliarme con mi pasado y entender que esa herida, sobre todo, estaba dentro de mí y que ya prácticamente solo me importaba a mí. Y al conseguir despegar la cabeza de ese dolor, levantar la mirada de ese dolor, pues uno descubre otras cosas. Y entre esas cosas, probablemente, está gente alrededor de ti que también está sufriendo con otros sufrimientos distintos que no son ni mejores, ni peores, ni más grandes, ni más pequeños. Son los suyos igual que los tuyos son tuyos y de ti depende trabajarlos. Pero afortunadamente las cosas han avanzado y las personas del colectivo LGTBIQ+ ahora mismo están estamos en otra situación. Y esa herida que Valentin empieza a trabajar, esa herida probablemente ya solo la tengamos nosotros dentro de nosotros. Eso no quiere decir que no siga habiendo violencia explícita. En España se asesinó a golpes a un chico gay hace dos años y pico en La Coruña, a Samuel Luis.


Hablé de él, hice un episodio especial para él.


Pues quiero decirte que en la España actual se ha asesinado a un chico por su identidad. Las agresiones homófobas, transfobas, bífobas se dan cada día. Cada día hay nuevas agresiones. Quiero decir que la violencia explícita, directa, sigue formando parte de nuestra experiencia vital. Pero más allá de esa experiencia que te puede tocar o te puede no tocar, la violencia simbólica yo creo que sí que ya está en nuestro tejado. Tenemos que ver sobre todo nosotros qué hacemos con ella. Eso, por supuesto, no descarta de responsabilidad a la gente interesada en que esa violencia simbólica siga operando. Y hablamos en un momento en el que la derecha y la ultraderecha están aumentando cada día los discursos transfobos o homófobos, de odio hacia toda la diversidad. Quiero decir que vivimos tiempos muy complejos en ese sentido. Pero la mayoría de nuestras vidas, ya, afortunadamente, ya esa violencia se ha recolocado, está más recolocada y está en otro lugar. Entonces, digamos que depende ya un poco de nosotros recolocar nuestro pasado y aprender de él, sobre todo por lo que decías. Yo creo que todas las generaciones son bisagra de muchas cosas. No es que nosotros seamos más especiales, pero sí detecto en la gente que tiene 15 o 20 años menos que yo, que por ejemplo, salir del armario es algo que ya no se hace. Quiero decir que es algo que ya...


Afortunadamente.


Afortunadamente ya casi es una pieza de museo las salidas del armario. Y sin embargo, nuestra salida del armario puede seguir siendo traumática para nosotros. Pues entonces hay que trabajarla, que es un poco lo que también le pasa a Valentín, que empieza a trabajar ese dolor y esa herida y esa vergüenza y esa culpa, porque ya solo le están impidiendo a él tener la vida que puede tener.


Sí, esto Enrique, para mí ha sido clave en el libro. La forma en la que has plasmado, creo que tú haces referencia o la metáfora es como una sombra amenazante. Pero es que sí, está ahí, pero no te va a hacer nada porque es una sombra, pero para ti es amenazante y te impide ser tú, te impide salir o socializar o mostrar al mundo como eres cuando vuelves a tu origen, a tu raíz. Y me ha hecho reflexionar muchísimo. Para eso sirve la literatura, para poner en palabras cosas que sentimos, pensamientos que no sabemos expresar. Y me ha ayudado muchísimo. Me ha hecho reflexionar, porque esto me pasa, cuando yo vuelvo, también siento que no soy del todo yo, que como paso de puntillas en determinadas situaciones y pienso: ¿Pero por qué? Relájate Y ya. Es como: Necesitamos aprender a relajarnos, a efectivamente curar esa herida y cortar la sombra, que a veces no es fácil. Y dependiendo de la situación personal, pues cambia. Pero para mí ha sido...


Nunca es fácil


No, es un ejercicio... Yo tengo tu edad, soy del 89, creo.


Sí, del mismo año.


Entonces, con esto me he identificado muchísimo, con ese proceso de trabajar ese monstruo transparente, pero que parece que no te lo puedes quitar de encima.


Además, es que pasa una cosa que es que personas como tú y como yo, además, nos hemos ido de nuestros lugares de origen. Entonces, se ve muy claro cuando uno vuelve, que no tiene por qué ser volverte con todas las de la ley, como le pasa a Valentín, porque es 2013 y la crisis económica hace que no encuentre trabajo en Madrid, que es donde ha estudiado, se casa tu prima o tienes que ir al bautizo de un sobrino. Por Navidad, que es muy paradigmático lo que nos pasa a las personas del colectivo cuando volvemos a casa en Navidad y muchas veces es que volvemos al armario. Y volvemos al armario, incluso si hemos salido de él, porque una cosa es que las personas de tu familia o de tu entorno o esas amistades de infancia, de adolescencia, del instituto, que a veces se conservan, una cosa es que ellos sepan que tú eres gay, que una persona trans, lo que sea. Quiero decir, solo ese conocimiento. Y otra cosa es que haya acompañamiento. Es decir, que tú hayas permitido y que ellas hayan aceptado acompañarte en tu ser adulto, en lo que tú te has convertido.


Y la sensación que yo tenía, ahora ya menos, afortunadamente, es que cuando yo tenía 25, 30 años, incluso, pues yo no estudié en Madrid como el protagonista de la novela, pero sí me mudé aquí con 25 años y vivo aquí desde entonces. Entonces, yo estaba en Madrid y podía estar en una discoteca de Chueca, que es el barrio gay por excelencia de Madrid. Podía estar incluso en un cuarto oscuro, quiero decir, haciendo las cosas más maricas de lo marica. Y al día siguiente, que es lo que le pasa a Valentín en la novela, te pillas un autobús de Alsa y te vas a tu pueblo. Y 16 horas después de estar en un cuarto oscuro, siendo la persona más marica y haciendo las actividades más maricas que se te puedan ocurrir, vuelves casi a habitar la piel de esa persona casi adolescente que se fue del pueblo, por la que todo eso casi no ha ocurrido. Toda esa vida adulta, fuera del armario, donde tú entiendes que esa sí es tu vida, esa sí es tu personalidad, esa sí es tu identidad, esa sí es tu manera de estar en el mundo, pues se queda en ese autobús o se queda en la estación y quien vuelve es casi el adolescente que se fue, con el miedo del adolescente que se fue, la manera de comportarse del adolescente que se fue, la vergüenza del adolescente que se fue. Y durante dos, tres, cuatro días en Navidades, en estas ocasiones especiales, vuelves a vestirte con esa piel de la persona que fuiste y que ya no eres, pero que la tienes que interpretar otra vez. A veces, porque el rechazo que sientes es más palmario y realmente se te impone, se te impone desde fuera que vuelvas a ser eso, porque solo así te aceptamos. Pero muchas veces lo que ocurre no es eso. Lo que ocurre es que tú habitas de nuevo esa piel muerta porque no has aprendido a quitártela, no has pasado casi el tiempo suficiente o te has encerrado, que era lo que me pasaba a mí y lo que le pasa a Valentín, que es que yo iba a ver a mis padres, a mi pueblo, que no lo he dicho, por cierto, pero es Alpera, en la provincia de Albacete, en la región Manchega. Pues yo volvía y yo me encerraba. Me encerraba físicamente en mi habitación, que además continuaba tal y como la dejé, que eso también es muy significativo.


Con los pósters de la adolescencia.


Con los pósters, con los libros, con lo que yo tuviera allí con 18 años. Pero también emocionalmente. También yo comía con mis padres y yo no era el Enrique, que era ya en Madrid. Yo no comía con mis padres como podía estar comiendo. Ya no te digo con mis amigos mariquitas, porque evidentemente no sería lo mismo, pero no sé, yo si con 30 años hubiera tenido una comida con los los padres de un amigo mío que pasan, están de visita en Madrid y vamos a comer con ellos, incluso con ellos, yo no me hubiera comportado igual, porque no tengo esa carga. Y sin embargo, en mi casa sí tengo esa carga. Entonces, la mancha, la novela, es quizás sí, un pequeño mapa de un camino posible, de una manera posible, de aliviar o de empezar a aliviar esa carga y de empezar a transitar. Bueno, pues la vida adulta hacia lo siguiente. Y hacia lo siguiente no puedes llevar todavía el peso de ese miedo, de esa culpa y de esa vergüenza que fueron tan grandes y tan definitorias de quiénes éramos en nuestra infancia y nuestra adolescencia, que muchas veces las tenemos un poco inscriptas todavía a nuestra casa, a nuestro pueblo, a nuestro barrio, a nuestro sitio de origen, y somos incapaces de deshacernos de ellas, aunque solo vayamos una vez al año, que es lo que pasa incluso con muchas personas del colectivo, que minimizas la cantidad de tiempo que estás allí porque no estás a gusto, simple y llanamente. Y es un conflicto muy grande, es un conflicto muy grande. Tú tener una vida plena, libre y desacomplejada la mayoría de tus días y sin embargo, llega la Navidad o una ocasión especial, vuelves a tu pueblo, vuelves a tu barrio, vuelves con tus padres y vuelve la carga. Entonces, yo creo que ya podemos dejarla marchar. Ya no nos define.


Y el libro es un muy... O sea, el ejercicio que tiene que hacer el personaje es muy interesante, porque efectivamente él vuelve a su lugar de origen, tiempo indeterminado, porque hay una crisis económica. Entonces, no le queda más remedio que para sobrevivir hacer ese ejercicio de: Bueno, vamos a ver estas sombras, vamos a ver estos monstruos, necesito salir de esta habitación. Porque a veces lo que nos pasa, como vamos solo un tiempo, es tolerable. Pero claro, cuando se alarga en el tiempo, el ejercicio que hace Valentín, el protagonista, es muy interesante. Y, Enrique, uno de los temas de los que también habla la novela es de la clase, tanto con el personaje principal como con ese personaje de los años 30, 40, más bien 40. Me he sentido muy identificado cuando personas de clase trabajadora somos los primeros en nuestra familia en ir a la universidad y todo esto. Es decir, no hay referente, o sea que el chico, porque en La Mancha dicen el chico o la chica, aunque tengas 40 años.


El muchacho.


Cuando el chico... El muchacho... Mi familia es de Cuenca, entonces ellos dicen mucho chico y chica. Va a la universidad, les da igual que ibas a estudiar, si la universidad es prestigiosa o no es prestigiosa, la cosa es que está en la universidad. Como no hay referentes, cualquier cosa es buena. Y también hay algo que los padres del protagonista le dicen mucho, que es como: Bueno, tú verás, tú sabes más que nosotros.


Aunque no sea verdad.


Aunque no sea verdad, 100%. Pero esto lo veo con amigos que tienen familias donde sus padres han ido a la universidad, vienen de generaciones de médicos, por ejemplo, y han tenido mucha más guía en ese sentido, pero también mucho más control. Y pienso: Bueno, al final el hecho de ser el primero en algo te da mucha libertad también de hacer lo que te da la gana, porque es como bueno...


Por un lado, sí, por un lado, pero por otro yo creo que es mucha presión. Porque yo creo que si tú eres hijo y nieto de médicos, como ocurre a veces, pues entonces casi tu destino está supermarcado y creo que la presión viene de otro lado. Pero efectivamente, cuando eres el primero de toda tu familia en ir a la universidad, también eres consciente del sacrificio que significa que tú vayas a la universidad, que es lo que le pasa a Valentín y a mí también lo que me pasaba. En mi caso, yo tengo un hermano un poco mayor y sí que podía tener esa referencia un poco inmediata, porque solo tiene un año y medio más que yo, pero él también fue a la universidad. Entonces, como que yo no fui el primero, fui el segundo, pero casi a la vez. Y efectivamente, yo sí que sentí como mucha libertad a la hora de elegir carrera, que es algo que soy consciente de que muchos padres te machacan para que estudie. No, a mí completa libertad. Yo estudié periodismo. Pero podría haber hecho cualquier otra cosa, porque el propio mérito de ir a la universidad ya hubiera bastado. Pero claro, a la vez, mi padre es campesino. Mi familia y mis abuelos, los dos eran campesinos. Toda mi familia, por las dos partes y casi... Por donde veas las ramificaciones, todas se han dedicado a trabajar en el campo. Y yo he trabajado en el campo desde pequeño, evidentemente. Yo, además, tuve menos suerte que Valentín cuando yo me tuve que volver a mi pueblo porque no tenía trabajo. Yo me fui a trabajar al campo con mi padre. A él le dejan estar y así, pues eso le sirve a él como más espacio de reflexión. Pero la cosa es que, claro, eres muy consciente del sacrificio que están haciendo tus padres para que tú puedas ir a la universidad. Y evidentemente, eso también te hace tener mucha más conciencia de que tú no puedes perder el tiempo, de que tú no puedes suspender, de que tú quizás, que tengas una segunda oportunidad. Tensa mucho las cuerdas de que tú puedas estar ahí, porque yo tenía la máxima beca del Estado para ir a la universidad. Yo recuerdo, además, que cuando hacía el formulario para la beca, el oficio de mi padre, que había que indicarlo, estaba el último, el último literal, que era trabajador agrario sin empleados a su cargo. Era el último de... En internet, en estas columnitas, la última fila. Entonces, eso me hizo siempre hiperconsciente de que había sobre todo dos personas, mis padres, poniendo mucho de su parte y esforzándose mucho y probablemente renunciando a muchas cosas materiales para que yo pudiera estar ahí. Y eso también es una presión muy grande. Y a Valentín también le pasa, sobre todo porque por la crisis económica, él la carrera, estupendo y ha hecho un máster, estupendo y todo con muy buenas notas, pero es que no encuentra trabajo, porque es que no hay trabajo.


Es que no hay trabajo.


En verano de 2013. No hace falta que sea yo el que lo recuerde. Entonces, claro, de repente es un conflicto también muy grande. Y es un conflicto en el que tú no tienes más herramientas que esperar y, en su caso, claro, volver a la única casa donde no paga alquiler. Entonces, es un fracaso, pero a la vez es un fracaso por el que siente cierto alivio, porque por lo menos ya no está gastando viviendo fuera, pero le obliga a estar más de dos o tres días, que es lo que él iba en las visitas durante sus estudios. Entonces, es cuando se encuentra con todos los asuntos por resolver. Entonces, es una combinación bastante explosiva donde se mezcla todo. Se mezcla su identidad, se mezcla todas esas emociones que se encuentran casi intactas respecto a cómo se las había dejado con 18 años. Se mezcla lo que él, como hijo y nieto de campesinos, puede hacer por su futuro, que es muy poco. Y se mezcla también el hecho de que estas penurias, en su caso, él considera que son tan grandes y su sufrimiento para él es tan absoluto que no le da espacio para ni siquiera casi registrar el sufrimiento de los demás o las alegrías de los demás o lo que está pasando en la vida de los demás. Y afortunadamente, lo que él consigue es levantar un poco las narices de su propia herida y encontrarse un poco con lo que tiene alrededor, cosa que él nunca ha sido capaz de hacer en su pueblo y también se ha perdido muchas cosas. Él se fue a la universidad y se fue a ser un estudiante de publicidad y relaciones públicas, que además es una carrera muy moderna que le aleja, le aleja lo máximo posible de la vida que a lo mejor él podría tener si se hubiera quedado en el pueblo, que es algo que no concibe, no se plantea en ningún momento. Entonces, él necesita que la apuesta sea a todo o nada. La cuestión es que le sale nada en la apuesta. Por cosas que escapan a su control, pues la pierde. Y por lo menos, por el momento, la ha perdido porque no logra ese trabajo que le permita seguir viviendo en Madrid y tendrá que atender cosas que hasta ese momento no ha sido capaz, porque no tenía la capacidad, pero también porque no ha estado dispuesto, porque se ha negado, porque él se fue del pueblo quemando todos los puentes que le unían a él.


Pero el pueblo se queda en ti, aunque él se fuera a Madrid. Y de hecho, leyendo tu novela, he escuchado varias veces una canción que me encanta, que es Hasta la raíz, de Natalia Lafourcade, que yo no sé cuál es la historia de esta canción, pero dice: Yo te llevo dentro hasta la raíz y por más que crezca, vas a estar aquí. Y me ha recordado esto, cómo al final los inicios, los principios, los pueblos de donde venimos se quedan ahí. Y es mejor no dejar asuntos pendientes. Si tenemos la oportunidad de volver y solucionar las cosas, pues mucho mejor para todos. Enrique, se me ha pasado el tiempo volando, pero no quiero robarte más tiempo y no quiero que se alargue demasiado. Me gustaría hacerte una última pregunta. ¿Qué te gustaría que se llevasen las personas que leen tu novela después de terminarla?


Pues mira, sobre todo yo me gustaría que el primer impacto fuera el puramente literario. O sea, aunque reflexionemos mucho y aunque aquí haya una carga muy importante testimonial o de transmisión de ese caminito posible para personas que puedan estar transitando experiencias vitales similares a la mía. Sobre todo, esto es una novela que lo que pretende es interesar, entretener y hacer disfrutar de manera literaria al lector. O sea, que yo lo primero que quiero es que la gente disfrute con la propia lectura. Después, si quieres inmediatamente después, hombre, a mí me gustaría que eso que Valentin empieza a aprender, pues también para las personas que pueda ser necesario o útil, que se transmita también y que ilumine un poco, pues un peldañito, un peldaño pequeño de ese recorrido que muchas personas como yo hemos tenido que hacer y que yo me veo ahora a mis 35 años con la capacidad, al menos de iluminar mínimamente para que a lo mejor quien viene detrás, no quiere decir esto porque sea más joven que yo. Yo creo que hay gente que este recorrido, esta reconciliación con sus lugares de origen, no la ha trabajado tanto y a lo mejor en ese sentido esa parte testimonial de la novela les puede ayudar un poco. Entonces, eso es lo que más feliz me puede hacer. Pero eso vendrá después de que la novela llegue y de que la novela se disfrute por lo que es, que es un texto literario que está muy trabajado por mi parte para que se disfrute desde ese punto de vista literario. Y más allá de lo que contiene, yo estoy muy contento de la novela que me ha salido, que no será una obra maestra, no será Otras voces, otros ámbitos, pero por algo mucho mejor, porque es La mancha. Y es la novela que a mí me ha salido en este momento de mi vida y no puedo estar más contento de que exista.


Estupendo. Y a mí ya solo me queda preguntarte, ¿para cuándo la siguiente? Porque me has dejado un poco huérfano. Me la consumí tan rápido. Ya tienes ideas, ya hay ideas, dime qué hay ideas.


Siempre hay ideas. Ahora mismo, la verdad que me estoy permitiendo disfrutar de tal manera todo lo que está significando la mancha, que la verdad no tengo prisa para ponerme a redactar o a fabular o a imaginar lo que espero que sea mi segunda novela, que ahora sí yo estoy convencido de que existirá y de que no tardaré y de que realmente yo llevo escribiendo toda la vida, aunque me haya entretenido haciendo otras cosas que a veces han tenido más proyección. Yo llevo escribiendo toda la vida, no voy a dejar de escribir publique o no, pero la mancha yo la veo que es mi primogénita en ese sentido, pero quiero darle hermanas, quiero darle hermanas y no tardar demasiado. Y te podría decir otra cosa, pero me encanta poder decirte: No tengo ni idea de cómo va a ser la siguiente. Igual que esta, siempre tuve claro que mi primera novela iba a ser esta historia. No sabía el tono, no sabía el tiempo, no sabía la forma exacta, pero sí sabía que iba a ser esta historia. Pues qué feliz me hace y qué emoción para mí decirte: No tengo ni idea de cómo va a ser la segunda, pero estoy convencido de que va a existir.


Estupendo. Pues saborea todo el proceso y disfruta del trabajo bien hecho. Y de verdad, muchas gracias por tu novela. Gracias a ti. ¿Enrique, dónde pueden encontrar la novela y dónde te pueden encontrar a ti para saber más de ti?


Pues en España, en cualquier librería, y yo siempre insisto mucho en que si se puede comprar en una librería pequeña de pueblo, de barrio, mejor que mejor, porque son imprescindibles y a mí me han configurado como lector y como ser humano las recomendaciones de las libreras y los libreros que me conocen y que me acompañan en descubrir nuevos autores, nuevas voces, nuevos libros. Pero fuera de España, pues siempre están esas grandes plataformas online, por supuesto, donde siempre es más fácil y donde se puede conseguir en su versión e-book de libro electrónico. Así que es fácil de hallar la mancha. Y luego a mí, pues supongo que lo más fácil es las redes sociales. Y ahí soy Esnorquel. Esnorquel escrito en castellano, digamos castellanizado, con su Q, con su U y con su E al principio. Esnorquel.


Pondré los enlaces de todos modos en la descripción del episodio. Enrique, muchísimas gracias.


Pues gracias a ti por esta charla. Gracias.


Un abrazo y gracias a ti también, estudiante, por escucharnos. Esperamos que hayas disfrutado de la charla y de verdad yo te recomiendo leer la novela de Enrique porque es una delicia, me ha encantado y espero que tú también la disfrutes y si la lees, dime qué te ha parecido. Te mando un abrazo muy grande y te espero en el siguiente episodio. Chao, chao.




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