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E151 Un recordatorio de humanidad

Updated: Jul 12, 2024


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Flashcards de vocabulario: E151 Un recordatorio de humanidad

Episodio 151: Un recordatorio de humanidad


El día 1 de abril de 2018 mi novio me envió por WhatsApp una historía que había leído en Internet y que le había gustado. Se llamaba Seat 21A o Asiento 21A y fue escrita por Grant Spanier, un fotógrafo y director creativo estadounidense. Dejo el enlace por aquí, en el caso de que quieras leerla.


Es una historia que leí el mismo día en la que me la envió y me gustó muchísimo, y desde hace cinco años pienso de vez en cuando en ella. Solo sé que me la envió un 1 de abril de 2018 porque he tenido que buscar la historia en nuestro historial y he visto la fecha. He pensado muchas veces en ella, pero en realidad no la he vuelto a releer hasta hoy. Lo que voy a hacer en este capítulo es traducirla al español, y me he tomado mis licencias, tengo que decirlo, pero espero que te guste tanto como a mí.


Pero antes, te quiero recordar que puedes usar la transcripción gratuita, puedes leer el texto de este podcast, de este episodio y también las flashcards de vocabulario. Lo puedes hacer en www.spanishlanguagecoach.com.


Y también te quiero pedir el favor de siempre. Si te gusta el podcast, si lo encuentras útil, por favor, valóralo con unas estrellas en Spotify o dejando un comentario en iTunes o en tu plataforma de podcast favorita. También puedes recomendarlo a otros estudiantes de español.


Y por último, no te olvides de seguir el pódcast o suscribirte para recibir los nuevo episodios.


¿Todo el mundo preparado para escuchar la historia? Allá vamos.


Era tarde por la noche en Dallas, Texas. Caminaba por el pasillo de embarque hacia el avión... y sinceramente, tenía muchísimas ganas de llegar a mi asiento.


Me dirigía a Portland, Oregon, para grabar episodios para mi podcast y encontrarme con unos colaboradores. Había sido una mañana estresante, pero las cosas estaban mejorando. Tenía la emoción que te da un vuelo corto y relajado en las próximas dos horas.


Y además, había tenido suerte en este vuelo: tenía un codiciado asiento junto a la ventana, lo elegí específicamente cuando compré mi billete de avión. Bajé por la rampa del pasillo de embarque y subí al avión. Saludé a la tripulación de vuelo, que nos esperaba sonrientes, y me dirigí hacia mi asiento (21A para ser preciso). Empecé a contar en mi mente:


18A / 18B

19A / 19B

20A / 20B

21A / 21B... Espera un momento!


... Había alguien en mi asiento. Miré dos veces por si me estaba equivocando. Pero no, ese era mi asiento. En él, había una mujer (probablemente jubilada) sentada en mi asiento. Empecé a procesar esa situación inesperada y de forma rápida llegué a la conclusión de que claramente había algún tipo de error. Esta mujer debía estar confundida o en el pasillo equivocado. Esto se resolvería en breve.


Hablemos con ella y solucionémoslo.


Yo le dije: "Perdone, creo que está en mi asiento”.


Silencio incómodo.


“Supongo que prefiere el asiento junto a la ventana..."


Y ella ahora sí respondió: "Sí, lo lo prefiero."


Yo solo pude responder: “Ehh, ok."


Y con ese “ok” , me enfadé. Me enfadé conmigo mismo por no haber defendido mi asiento delante de esa desconocida, pero especialmente me enfadé con ella.


Estaba enfadado, de mala leche, porque esta mujer había sido tan desconsiderada como para sentarse en mi asiento, y no solo eso, sino también tener la cara dura , la poca vergüenza, que demostró cuando le dije que era mío.


¡Uff! (¡ESPECÍFICAMENTE ELEGÍ UN ASIENTO JUNTO A LA VENTANA, TÚ, LADRONA DE ASIENTOS, TÚ DEPLORABLE, INMORAL!) Eso no lo dije, pero lo pensé.


Necesitaba desahogarme con alguien, así que decidí enviar un mensaje a un amigo antes de que el avión despegara: ¿David, sabes lo que me acaba de pasar? Entro al avión, y una señora, una señora estúpida, esta tipa idiota..."


Espera, espera... ¿Por qué? ¿Por qué estoy haciendo esto?


En serio, ¿por qué esta ha sido mi primera acción? Cuando me enfrento a una situación un poco frustrante, ¿mi primer instinto es... quejarme? ¿Tirar algo de negatividad, o de mierda, a alguien? ¿Ser el vampiro emocional de mi amigo David?


Esto es absurdo. Una gilipollez.


En ese momento me di cuenta de que ese tipo de respuesta reactiva es más fácil que tomarse un momento para reflexionar y considerar las motivaciones y las circunstancias y la situación. Las emociones son difíciles. Es mucho más fácil intentar controlar nuestro mundo y nuestra experiencia.


Y tomamos juicios apresurados, nos ponemos nerviosos y nos quejamos, porque nos da poder. Pero es que soy yo el que ha sido perjudicado. Tengo derecho a estar molesto. Cuando el mundo nos impone su voluntad, nuestra primer reacción es tratar de imponer nuestra voluntad al mundo.


Y esa fue exactamente mi reacción inicial cuando la mujer tomó mi asiento.


Y entonces algo pasó.


Terminé de escribir mi mensaje de INDIGNACIÓN EN LETRAS MAYÚSCULAS en mi iPhone y volví a leer el mensaje antes de hacer clic en enviar a David. Y entonces pasó ese algo. Me sentí triste.


Leer ese amargo mensaje de texto escrito por mí me hizo sentir realmente triste. Porque el mensaje era malo y triste. Y amargo. Básicamente, esto era veneno a través de un mensaje de texto, que ni siquiera me iba a hacer sentir mejor.


Respiré profundo. Eliminé el mensaje. De repente, había comprendido cuánto poder había en ese momento: la verdadera influencia en el mundo no está en intentar que las cosas sean como tú quieres, sino en ser dueño de tu reacción cuando no lo son.


Es increíblemente difícil ver más allá de nuestras reacciones automáticas, pero al darnos cuenta de cuánto daño nos hacen, podemos dejar espacio para la contemplación lo que en realidad nos lleva a poder ver nuestras vidas de forma más real. Nos da también la capacidad de tener más control. No perder el control nos da control.


¿Qué conseguiría mandándole un mensaje de texto a mi amigo cargado de insatisfacción y resentimiento? ¿A quién beneficiaría?



No podemos controlar los eventos a nuestro alrededor. Podemos planificar, podemos trabajar duro, podemos hacer todo tipo de cosas para prepararnos, pero en última instancia, las cosas no siempre salen como esperábamos. Sin embargo, si podemos permanecer tranquilos, pacientes, podemos controlar cómo reaccionamos cuando las cosas no salen como queremos.


No es fácil, pero tenemos una elección.


Podemos decirnos a nosotros mismos que el mundo nos debe algo, podemos quejarnos sobre lo injustas que son las cosas. Podemos elegir la ira, el camino del enfado. Podemos dejar que la adrenalina y el cerebro reptiliano no nos dejen ver nada y oscurezcan nuestro estado de ánimo.


O podemos elegir la otra cosa. En lugar de refugiarnos en nuestros teléfonos y distracciones, podemos centrarnos en las cosas que más o menos sí podemos controlar. Podemos reírnos de la incomodidad, de la molestia, y darnos cuenta de que la forma de superar esos sentimientos proviene de nosotros mismos. Es liberador y poderoso.


Esa mujer tomó mi asiento. Sí. Fue frustrante. Sí. Pero solo continuará siendo frustrante si lo permito. Francamente, era un vuelo corto a Portland (de dos horas). Iba a trabajar en un informe durante todo el vuelo de todos modos...


Y mientras empecé a razonar de este modo, mi cuerpo se relajó. Mi respiración se volvió más lenta. Dejé escapar una sonrisa, riéndome de mí mismo por la idiotez de mi enfado.


Elegí la serenidad, y fue emocionante.


Me puse los auriculares en las orejas y puse un poco de música. Saqué mi ordenador portátil de mi mochila, y comencé a escribir. Deje a la mujer y al maldito asiento fuera de mi mente y rápidamente sentí cómo el estado de “flow” familiar se apoderaba de mí. Ah, finalmente. Me senté, totalmente concentrado en mi trabajo durante casi dos horas, hasta que sentí un pequeño toque en el hombro.


La mujer me estaba hablando. Sí, la misma mujer.


Ella dijo: "Oye, ¿quieres algo de los azafatos?"


Ella se había pedido una taza de café y una mini botella de Bailey's y en ese momento el azafato lo estaba sirviendo en su bandeja, en el asiento junto a la ventana.


Volvió a preguntarme: "¿Quieres algo?"


Le respondí: "¿Sabes qué?, me gusta tu idea del café con Bailey's. Creo que tomaré eso también."


Ella se ofreció a invitarme: "Yo pago por ti, has sido un compañero de asiento maravilloso."


A lo que yo respondí: "No, no, no tienes que invitarme, de verdad”.


Pero la mujer insistió y yo terminé por aceptar su invitación.


Mi compañera de asiento y yo nos miramos y sonreímos. Levantamos nuestras tazas de café con Bailey’s y brindamos en un momento extraño de bondad y victoria. Un pequeño momento de celebración a 20,000 pies de distancia del suelo.


Había construido una historia en mi cabeza sobre la persona que estaba a mi lado. La había convertido en una persona mala, incluso malvada. ¡Una villana! Pero no era una villana, en realidad parecía bastante agradable.


Comenzamos a hablar de temas triviales acerca de a dónde íbamos, cuáles eran nuestros planes en Portland, etc.


Después de terminar nuestras bebidas, cuando estábamos a punto de aterrizar, empezamos a hablar sobre diferentes aspectos de viajar en avión. Hice un comentario sobre lo tontas que me parecían las personas cuando los aviones aterrizan. Especialmente eso de ponerse de pie lo antes posible una vez el avión está aterrizado, quedándose en el pasillo durante al menos diez minutos.


Ella me dijo: "¡Ya lo sé…! ¡ES TAN FRUSTRANTE!"


La mujer estaba de acuerdo conmigo con más intensidad de lo esperado. De repente, su cara se puso roja y apretó la mandíbula. Me miró durante un momento antes de mirar por la ventana y decirme:


"Mi hermana murió el año pasado. En un avión."


"Lo siento..." le dije.


Me contó que cuando trataron de ayudarla, nadie escuchó. Los pasajeros se levantaron al final del vuelo. Anunciaron por megafonía que todo el mundo tenía que estar sentado porque había una 'emergencia médica', pero casi nadie lo escucho.


YO: "Lo siento mucho..."


La mujer, nunca supe su nombre, por cierto, continuó contándome la historia de la extraña enfermedad que sufrió su hermana en mitad del vuelo. Le causó hemorragia interna y vómitos, y murió poco después de aterrizar. Un relato muy intenso que no esperaba en ese pequeño trayecto de dos horas.


La mujer, mi compañera de asiento, después de pocos minutos se había quitado la máscara que todos llevamos a diario, la que evita que otros vean nuestro dolor, nuestros defectos y nuestras verdades.


Continúo y me contó sobre la pérdida de su hermano seis meses después de la muerte de su hermana. Me dijo que era la única hermana que quedaba. Y que estaba envejeciendo, se estaba haciendo mayor. Y no podía evitar pensar en su propia muerte de manera mucho más seria que antes. Sus hermanos se habían ido. Y sus padres se habían ido. Me decía que estaba bien, "de verdad, estoy bien... estoy bien", pero el dolor era evidente. Las lágrimas caían por la cara de la mujer.


A mi lado, en el asiento 21A, había un ser humano. Una persona con relaciones, problemas, deseos, deberes y miedos reales. No era tan diferente de mí. Ni de nadie más en el avión.


A veces olvidamos lo parecidos que somos y cómo de interconectadas están nuestras experiencias. Y nos olvidamos del efecto que tenemos los unos de los otros. Tenemos el poder de ayudar a levantarnos o de derribarnos, consciente o inconscientemente.


Ver a esta mujer, a otro ser humano, mostrando esa vulnerabilidad, permitiéndome entrar en su mundo, era un privilegio increíble. En una era de conveniencia y consumo obsesivo, no tenemos ya esa oportunidad. Cambiamos la satisfacción y el crecimiento a largo plazo por la comodidad a corto plazo. Te hace vulnerable mirar a los ojos de otro, así que miramos nuestros teléfonos y pantallas en lugar de eso.


Cuando el camino predeterminado es evitar la incomodidad, cuando reaccionamos ante un mundo imperfecto con enfado, propagamos una forma de veneno.


Este veneno es especialmente peligroso y particularmente tóxico. Es una especie de cinismo maligno, un virus que nos impide experimentar el mundo plenamente. Porque la realidad es que hay un mundo lleno de potencial si lo miras de cerca.


La mujer continuó su historia. Me habló de su familia. Me preguntó por la mía. Me habló de su trabajo y yo le hablé del mío. Finalmente aterrizamos. Recogimos nuestras cosas y salimos del avión juntos. Nos detuvimos por un momento cerca de la puerta de embarque. Ella se secó las lágrimas, y yo intenté recuperar mi compostura, ambos nos acercamos y nos abrazamos.


"Ha sido un placer conocerte." me dijo.


"Gracias por el café. Y por compartir." le respondí.


"Buena suerte."


"Cuídate, adiós."


Cuando decidí no ceder a mi temperamento, a mi ira irracional, ocurrió algo. En lugar de limitarme a mí mismo, creé una especie de espacio positivo, tanto para mí como para quienes me rodeaban.


Cambié mi propia trayectoria, pero también la de la mujer en el asiento junto a la ventana. Aunque fue una interacción pequeña, no se puede negar que ambos nos fuimos conectados. Y en las últimas semanas, he llevado esa alegría y ese recuerdo conmigo.


Ese día me fui sintiendo puro y real. Mientras recogía mi equipaje de la cinta, me di cuenta de lo increíble que había sido ese vuelo. Una experiencia para atesorar. Una experiencia que quizás no habría ocurrido si hubiera cedido a mi enfado inicial.


Cuando algo sale mal, especialmente algo que parece injusto, queremos que nos reconozcan. No queremos sentirnos solos. Queremos que nos digan que tenemos razón y que merecemos “ y bla, bla, bla”. Por eso empecé inmediatamente a enviar mensajes de texto a mi amigo David, buscando esa gratificación tóxica.


Después de despedirme de la mujer me asustó el hecho de poder haber arruinado una ocasión tan maravillosa.


Así que, durante el resto de mis vacaciones, decidí abrirme a desconocidos. No pude evitarlo. No pude evitar ver a las personas como seres humanos (en lugar de extraños). Todavía no puedo resistirlo.


Más tarde, en el tren con destino a Portland, conocí a un grupo de personas. Había un retraso de más de 12 horas debido a incendios forestales, así que estuvimos obligados a compartir la espera. Creé vínculos con personas con las que tal vez nunca habría hablado, e incluso habría evitado, si no hubiera sido por el recordatorio de humanidad del Asiento 21A.


Gracias por el recordatorio de humanidad. Gracias por ocupar mi asiento. Nunca conocí tu nombre, pero creo que podrías haber cambiado mi vida.


Esta historia sirve como recordatorio de lo que no habría sido, si hubiera reaccionado de manera diferente, de manera negativa. De hecho, si hubiera dejado que el veneno se filtrara en el asiento junto a la ventana, nuestra experiencia podría haber sido completamente opuesta: una interacción que nos dejara a ambos en peores condiciones, que alterara nuestro camino de manera perjudicial.


Y si hubiéramos dejado ese aeropuerto sintiéndonos mal, podríamos haber propagado esa tristeza. Podría haber tenido un impacto negativo en muchas otras personas en nuestro camino. El pesimismo es contagioso. Es triste y peligroso.


Me pregunto qué podría suceder si los humanos hiciéramos un esfuerzo más consciente para entendernos mutuamente. Si en lugar de asumir lo peor de las personas, nos tomáramos la oportunidad de conocerlas. ¿Qué pasaría si dejáramos a un lado nuestro juicio, nuestra ira y nuestras conclusiones inmediatas? ¿Y si dejáramos de permitir que las pequeñas cosas nos afectaran de manera tan negativa?


¿Y si elegimos la serenidad?


Hasta aquí la historia de Grant Spanier, estudiante.


Yo me quedo con esta frase:


“A veces olvidamos lo parecidos que somos y cómo de interconectadas están nuestras experiencias. Y nos olvidamos del efecto que tenemos los unos de los otros. Tenemos el poder de ayudar a levantarnos o de derribarnos, consciente o inconscientemente”.

Poderoso.


Uno de los mejores regalos y aprendizajes de ser un profesor de español es que me he dado cuenta de esto precisamente, que la experiencia de ser humano es tremendamente similar no importa la edad, la nacionalidad, la religión, u otros factores. A pesar de que hay tradiciones y culturas muy diferentes, cuando he tenido clases privadas y hemos tratado alguna lección donde los estudiantes se sentían un poco más seguros y han mostrado su vulnerabilidad, ahí, ahí es cuando me daba cuenta de que la experiencia humana es mucho más similar de lo que pensamos.


Yo me despido aquí, estudiante. Espero que hayas disfrutado del episodio.


¡Un abrazo grande!


Descarga la transcripción en PDF:



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Flashcards de vocabulario: E151 Un recordatorio de humanidad





4 Comments


Poderoso. Me gusta muchisimo.

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¡Me alegro de que te haya gustado, Albena! 😊

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Marie-Luz
Nov 14, 2023

Hola César,

Muchas gracias por compartir esta historia con nosotros. Ha sido muy interesante y emotivo.


Muchas veces he tenido experiencias similares y afortunadamente he aprendido mucho de ellas.


Sería bueno que muchas personas fueran un poco más indulgentes y no insistieran tanto en sus derechos, sino también consideraran siempre el lado de la otra persona y sus posibles motivos.


Es mejor (también para tu salud) si estás un poco más relajado, tolerante y de pensamientos positivos.


Y luego, a veces, obtienes la recompensa de inmediato.

Al menos así lo veo yo. Lo encuentro un gran enriquecimiento cuando la gente cuenta y comparte su vida conmigo. Pero también bastaría con una sonrisa bonita o de agradecimiento. Definitivamente obtendrás algo positivo…


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¡Me alegro de que disfrutases del relato, Marie-Luz! Estoy de acuerdo contigo, todo iría mejor si fuésemos más pacientes y empáticos. 😊

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