top of page

E232 ¿Y si la vida moderna no nos hace felices? La era del vacío

Escucha el episodio en tu plataforma preferida.



¿Quieres estudiar conmigo? Echa un ojo a mis cursos online:



Si no tienes claro cuál es el curso indicado para ti, puedes hacer el test de nivel. 






Descarga la transcripción en PDF:



Descarga la transcripción en inglés y español en PDF:



Ejercicio de comprensión:



Episodio 232 - ¿Y si la vida moderna no nos hace felices? La era del vacío

¿Y si todo esto, todo esto, todo esto que tú y yo habitamos, que llamamos "vida moderna" no nos estuviera haciendo realmente felices?


Cuando digo "vida moderna" me refiero a la forma en que vivimos en la sociedad actual: tenemos avances tecnológicos, estamos centrados en nosotros, hay individualismo, hablo de hedonismo, de la imagen personal y la autorrealización. No solo queremos tener un trabajo, queremos tener un trabajo que nos realice, nos haga sentir satisfacción. 


Este tipo de vida implica una constante búsqueda de bienestar personal, consumo y eficiencia también, y muchas veces nos lleva a sensaciones de ansiedad, soledad y un vacío existencial. Todo esto a pesar de tener más libertad y opciones, todo esto a pesar de estar mejor que nunca.


Hoy, con la ayuda del trabajo de personas expertas en este tema, vamos a mirar de frente a esa sensación de vacío que muchas personas sentimos en algún momento de nuestra vida, incluso cuando "todo va bien".


Vamos a hacerlo de la mano de una idea que desarrolló el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky en su libro "La era del vacío", publicado en los años 80. Veremos con más profundidad qué explica este libro, aunque el resumen podría ser que este vacío aparece cuando la sociedad pasó de tener un carácter colectivo a uno más individual.


Pero antes de seguir profundizando en el tema, déjame recordarte que este es un pódcast para estudiantes de español. Y como siempre, quiero ayudarte a sacarle el máximo provecho. Por eso, en www.spanishlanguagecoach.com tienes disponibles varios recursos gratuitos: la transcripción completa en español, la traducción al inglés, un ejercicio de comprensión y tarjetas de vocabulario para ayudarte a aprender mejor. También, en esa misma web, puedes dejar tu email en la lista de espera, si quieres mejorar tu español conmigo en uno de mis cursos online.


Volviendo al tema...


Si comparamos nuestra vida actual con la de los humanos que viven en el mismo lugar hace cien años, estamos mucho mejor que ellos, ¿verdad? Tenemos más libertad, más tiempo libre, más tecnología, más opciones para casi todo. Sí, pero, al mismo tiempo, también vivimos en sociedades más ansiosas, solitarias y con una sensación de que nunca es suficiente. Y de que nosotros de forma individual no somos suficientes.


Por cierto, este episodio lo he hecho porque sigo a Belén Bricio, una historiadora española que habla precisamente de este tipo de temas, y que te recomiendo seguir. Ella menciona esa sensación de que ya nada nos emociona. O que al menos nos emociona menos. Ni el amor nos emociona, ni el trabajo, ni los viajes. Lo tenemos todo, pero sentimos vacío. O a lo mejor nos emociona, pero nos cansamos muy pronto de todo…


Y eso, estudiante, tiene nombre. Y sobre todo, tiene historia. Vamos a intentar entender por qué ocurre.


En el siglo XX, después de tantas guerras, problemas de dinero con las sucesivas crisis económicas, y decepciones con la política, la gente empezó a ver las cosas de otra manera. Se hartaron, estaban hartos, cansados de sacrificarse por los demás, de tener que ser héroes a la fuerza, y de todas esas ideologías que prometían un futuro genial pero que al final solo dejaban destrozos. Por ejemplo, muchas personas que habían creído en el comunismo quedaron desencantadas tras ver las consecuencias del régimen soviético. O quienes habían puesto su fe en partidos democráticos, vieron con desilusión cómo la corrupción o la ineficacia eliminaba cualquier esperanza de cambio radical. Así que todas estas grandes utopías (religiosas, políticas, revolucionarias) perdieron credibilidad. Porque sí, también la religión, en muchos países, empezó a ser vista con escepticismo y no se reemplazó por ningún tipo de práctica espiritual.


Así que tenemos a una sociedad que había tenido una mentalidad de grupo, que había estado remando a favor de obra. Remar a favor de obra es contribuir de manera positiva a una causa. Pero vemos que se cansan, abandonan estos ideales, y se genera un vacío. O varios vacíos diría yo.


Pero no por mucho tiempo, porque estas sociedades en las que vivimos abrazaron nuevos ideales.


Por ejemplo, apareció un nuevo ideal: el bienestar personal. El self-care, los autocuidados. Bien entendido, este ideal puede ser muy positivo, porque si tú estás bien, podrás ayudar a los demás. Es como lo que dicen en los aviones siempre, ¿no? Primero ponte tú la mascarilla de aire y luego a los niños. El problema es que este nuevo ideal escondía muchas cosas. Se popularizaron frases como “haz lo que te haga feliz”, “cuida tu energía”, o “ponte como prioridad”, y se abrió paso una mentalidad centrada en la realización individual, pero también en el disfrute inmediato y en evitar el sufrimiento o la incomodidad en todo momento.


Ya no se trataba de cambiar el mundo, sino de sobrevivir en él de la mejor manera posible. De sentirse bien, de buscar placer y comodidad. Fue el inicio de una mentalidad donde lo individual empezó a imponerse sobre lo colectivo. Tenía más valor.


Y con esa transformación, nació un nuevo paradigma: la felicidad se convirtió en una obligación personal, en un objetivo medible, en una meta, un objetivo constante. Y cuando algo se puede medir y es una necesidad en muchos casos, ¡también se puede comprar!


Todo esto de lo que hemos hablado hasta ahora sentó las bases para un concepto que después se conocería como adaptación hedonística. Esto es un fenómeno en el que, cuanto más obtenemos de algo, menos lo valoramos. Lo que antes parecía un logro, algo importante, se convierte pronto en lo normal, y necesitamos algo más para volver a sentir lo mismo. Así se construye una espiral interminable de deseo, donde siempre parece faltar algo, aunque lo tengamos todo.


Hay muchísimos ejemplos de esto. La moda por ejemplo. Cada vez compramos más ropa y la usamos durante menos tiempo. Y también puede pasar con nuestra carrera profesional: conseguimos el puesto o posición que queríamos, pero al poco tiempo ya estamos buscando el siguiente ascenso o proyecto que nos vuelva a dar esa dosis de satisfacción. La sensación de plenitud dura poco, porque nos acostumbramos rápido. Así somos los humanos… para lo bueno y para lo malo. Porque yo también imagino que este mismo fenómeno nos ha hecho ser ambiciosos y progresar, ¿no? Pero bueno…


La cuestión es que, cuanto más acostumbrados estamos a conseguir cosas, más vacíos nos sentimos cuando no las conseguimos inmediatamente. Esa es la trampa de la adaptación hedonística.


Yo, como buen humano imperfecto también sufro la adaptación hedonística. ¿Sabes con qué cosa me pasa? Con el número de estudiantes suscritos al pódcast. Cuando empecé el pódcast en 2019 miraba cada mañana cuánta gente se había suscrito el día anterior. A veces era una o dos personas, con suerte tres o cuatro. Ahora son más personas de media por día las que se suscriben, pero la adaptación hedonística continúa atacando, así que si me quieres ayudar y todavía no le has dado al botón de seguir o suscribirte, ahora es un buen momento. Además eso te ayudará a reconectar con el pódcats con más frecuencia.


Decíamos que este cambio, este movimiento, del bienestar colectivo hacia el bienestar individual fue el punto de partida, el comienzo, de una sociedad que hoy continúa sintiéndose vacía.


Antes todos compartimos proyectos colectivos, pero con el individualismo la cosa es diferente. Cada persona se convierte en su propio proyecto. La frase "si quieres, puedes" se volvió un mantra. Pero este mensaje, que parece positivo, también tiene una cara oculta: si no lo consigues, es tu culpa. Tú eres la persona responsable de tu éxito y de tu fracaso.


Solo nos quedamos nosotros porque otras estructuras colectivas como la parte social, política o espiritual ya no tienen tanta importancia. Creemos menos en ellas.


Y ahí entra también el capitalismo moderno, que ha aprendido muy bien a llenar ese vacío. Porque… si no crees en nada, al menos puedes creer en ti mismo... y consumir. Consumimos objetos, pero también experiencias, cuerpos, imágenes. Se nos vende una identidad a través de un perfume, una marca de ropa o un coche.


Estudiante, quiero que pienses en esto: ¿Alguna vez has sentido que tu valor como persona depende de tu productividad, de cuánto trabajas o de tu estatus, de lo que tienes? ¿Has sentido que no eres suficiente?


Es una experiencia muy común. Vivimos en una cultura donde sentirse agotado, muy cansado, es casi una medalla, donde se aplaude la eficiencia y se espera que estemos siempre bien. Como sociedad, hemos aprendido a valorar más el hacer que el ser. Y ese desequilibrio nos puede llevar al agotamiento, al cansancio emocional y a esa sensación profunda de vacío.


Yo también lo he sentido, y quizás tú también. Por ejemplo, cuando trabajaba en el mundo corporativo, todo parecía ir bien desde fuera. Buen salario, oficinas bonitas, buenos compañeros… Pero internamente, había algo que no encajaba. Sentía que el trabajo que hacía no aportaba algo valioso al mundo, e incluso que podía ser perjudicial. Con el tiempo, tomé la decisión de cambiar de rumbo profesional. No fue fácil y reconozco que tuve el privilegio de poder hacerlo, pero fue una decisión importante que nació de esa sensación de desconexión con el propósito. De estar viviendo en piloto automático.


Lipovetsky llamó a esta vida moderna la civilización ligera. Una sociedad donde todo flota y nada pesa. Donde las relaciones son líquidas, el trabajo es flexible y los compromisos son temporales. Y eso, a largo plazo, puede alejarnos del disfrute y del propósito.


Y no es el único pensador que ha reflexionado sobre este malestar moderno. Quiero mencionarte también a Byung-Chul Han, un filósofo surcoreano que recientemente ha estado en España y ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. En sus libros como "La sociedad del cansancio" o "La expulsión de lo distinto", Han analiza cómo vivimos en una cultura de la autoexigencia constante, donde todo está orientado a rendir, a  la performance, a mostrarse perfecto y a evitar cualquier tipo de debilidad. En "La sociedad del cansancio", por ejemplo, plantea que hemos pasado de una sociedad disciplinaria a una sociedad del rendimiento. ¿Qué quiere decir esto? Pues que antes, el poder se ejercía desde fuera, teníamos muchas normas, prohibiciones y castigos excesivos. Hoy, ese poder está interiorizado. Nosotros mismos nos convertimos en nuestros propios explotadores. Nos exigimos ser productivos, felices, saludables, exitosos... todo al mismo tiempo. Y si no lo conseguimos, sentimos que hemos fracasado.


Otro de sus libros, "La agonía del Eros", trata también sobre la pérdida del deseo. En una sociedad tan narcisista y centrada en el yo, el otro deja de tener misterio. Y además todo se convierte en objeto de consumo, incluso las personas. Así que el amor también tiene esta lógica de mercado: buscamos relaciones eficientes, sin conflicto, rápidas, y si no funcionan, las desechamos. A la basura. Y esto, según este filósofo es lo que genera una enorme soledad en las sociedades actuales.


Él también habla del exceso de positividad. Vivimos bombardeados por frases motivacionales, por la idea de que todo es posible si lo intentas. Pero esto, lejos de liberarnos, nos oprime más. Porque si no conseguimos lo que queremos, sentimos que el problema somos nosotros como he mencionado antes.


Además, habla de cómo hemos perdido estructuras simbólicas que antes nos ayudaban a entender nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo. En el pasado, las culturas tenían ritos de paso claros: sabías cuándo eras niño, cuándo adulto, cuándo anciano. Esos momentos marcaban etapas de maduración y daban sentido a los cambios. Hoy esos límites están borrosos. Ya no hay transiciones claras, y en su lugar, muchas veces solo encontramos etiquetas: exitoso, productivo, fit, trendy, woke, conservador... etiquetas que intentan definirnos pero no nos explican realmente quiénes somos ni qué buscamos.


Estudiante, no quiero dejarte con una sensación triste, sino con una pregunta: ¿Qué cosas te dan sentido a ti? No a los demás, no a la sociedad, no a Instagram. A ti.


Puede que no tengas una respuesta clara, pero el simple hecho de hacerte la pregunta ya es importante. Tal vez se trate de reconectar con cosas más simples, más lentas, más humanas. Cosas que no estén relacionadas con la productividad, ni con el rendimiento académico o profesional.


Yo, por ejemplo, siento que conecto, que conecto de verdad, cuando paso tiempo con mi familia, cuando enseño, cuando tengo una buena conversación, cuando cocino sin prisas o cuando paseo sin estar atento de mi teléfono. Y también cuando comparto estos episodios contigo. Hacer el pódcast es la parte favorita de mi trabajo. Luego hay cosas más administrativas que me gustan menos, pero que también hay que hacer, claro.


Y tú, estudiante, si te animas, cuéntame en los comentarios qué cosas te dan sentido. Así también practicas tu expresión escrita. Y si este episodio te ha hecho pensar, te invito a que lo compartas con alguien que también esté buscando un poco de sentido.


Recuerda suscribirte al pódcast, dejar una valoración o un comentario. Y como siempre, te espero en www.spanishlanguagecoach.com para seguir aprendiendo juntos.


Un abrazo grande.



¿Quieres estudiar conmigo? Echa un ojo a mis cursos online:



Si no tienes claro cuál es el curso indicado para ti, puedes hacer el test de nivel. 






bottom of page