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E82 La meritocracia y por qué dije que no a un MBA gratuito

Updated: Jul 15, 2024


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Episodio 82: La meritocracia y por qué dije que no a un MBA gratuito


Hola, estudiante. ¿Cómo va todo? Yo estoy un poco resfriado, probablemente notarás mi voz un poco nasal. Hoy te voy a contar algo que me pasó hace algunos años. Es algo que recordé mientras preparaba el episodio anterior sobre Duolingo y que quería compartir contigo.


Te recuerdo que puedes leer la transcripción del episodio y que si quieres sacar el máximo provecho de lo que vas a aprender, también puedes usar las flashcards de vocabulario de forma gratuita en www.spanishlanguagecoach.com


Si escuchas el pódcast y lo disfrutas, por favor recomiéndalo a otros estudiantes, y deja una valoración en la plataforma de pódcast que uses. Y algo que no digo nunca, recuerda clicar el botón de seguir y el botón de notificaciones para no perderte ningún episodio. ¡Muchas gracias!


Ahora sí, empezamos.


Hace algunos años tuve la oportunidad de hacer un proceso de selección para hacer un MBA, que para quien no lo sepa son las siglas en inglés de Master in Business Administration, o Máster en Dirección de Empresas en español. Una prestigiosa escuela de negocios española ofrecía este máster y era 100% becado, es decir, los treinta estudiantes seleccionados no tenían que pagar nada por hacerlo. Generalmente un MBA, o MBA en español es un máster bastante caro, está alrededor de los veinte mil euros, así que era una buenísima oportunidad. Hice el proceso de selección completo incluyendo pruebas de inglés, tests psicotécnicos, pruebas en grupo y entrevistas personales. Finalmente me llamaron para darme la enhorabuena, había sido uno de los seleccionados entre los cientos de candidatos. Estaba muy contento, sin embargo, a los pocos días y después de firmar el contrato de aceptación me di cuenta de algo y dije que no, lo rechacé en el último momento. Antes de explicarte el motivo déjame darte algo de contexto.


Yo en ese momento estaba desempleado, no tenía trabajo y consideré que era una muy buena opción para hacerme más empleable, hacer mi curriculum laboral más atractivo. Además, uno de los beneficios del máster es que al completarlo tenías casi con total seguridad un trabajo. ¿Cómo era esto posible? Pues te voy a explicar el funcionamiento del máster, para que puedas entender por qué era gratis y por qué te aseguraba prácticamente un trabajo al acabarlo.


La fundadora de esta escuela de negocios es una de las familias más ricas de España. Junto a ella, otras empresas financiaban el máster a los estudiantes seleccionados. A cambio, los estudiantes realizaban prácticas no remuneradas, es decir, no pagadas, en estas empresas durante varios meses. Al acabar el periodo de prácticas, a la mayoría de estudiantes estas empresas les ofrecían un contrato laboral, convirtiéndose en empleado con salario. Si has escuchado el episodio anterior sobre Duolingo puede ser que esto te recuerde a la visión del modelo de aprendiz en la educación. Hay dos partes, el que necesita aprender y otra, la que puede enseñar y necesita ayuda para llevar a cabo su trabajo. Para las dos partes esta relación es beneficiosa.


Estas empresas necesitaban un perfil muy específico. Querían a graduados universitarios con menos de treinta años, con algo de experiencia profesional, pero no demasiada, y un buen nivel de inglés. Además buscaban a jóvenes con hambre y que entendieran la cultura del esfuerzo.


A mí me parece muy buena idea lo que hace esta escuela conectando lo que necesitan las empresas con los jóvenes que quieran mejorar su formación y experiencia profesional. ¡Chapó! Me quito el sombrero por esta iniciativa.


¿Por qué lo rechacé entonces?


Bueno, la cosa es que, al principio, antes de inscribirme y empezar el proceso de selección yo pensé que este máster gratuito tenía como objetivo encontrar un perfil determinado de persona que pudiera ser beneficioso para las empresas, pero también pensé que era una forma de dar la oportunidad a jóvenes con pocos recursos económicos para pagar un máster de estas características y ese precio.


Durante el proceso de selección y en la primera reunión con los que se iban a convertir en mis compañeros de máster me di cuenta de que yo era en realidad un infiltrado, alguien que por diferentes circunstancias, entre ellas la suerte, había conseguido llegar al mismo lugar que ellos.


Muchos de los seleccionados habían estudiado en escuelas británicas, de hecho algunos se conocían, escuelas privadas. Por tanto su nivel de inglés era bueno, y esto era uno de los requisitos para ser seleccionado.


Hasta los veinte años mi nivel de inglés era bastante flojo, no tenía ni siquiera un nivel intermedio, y este era el caso para la mayoría de jóvenes de mi generación. Sin embargo, tuve la gran suerte, y digo suerte porque literalmente lo fue, de entrar en la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia. Estas escuelas están en todas las ciudades españolas, tienen mucho prestigio, los estudiantes salen muy bien preparados, y lo mejor, son públicas. Al ser públicas el precio de un año estudiando allí es el equivalente al de un mes en una escuela privada. Siempre hay miles de personas intentando entrar para estudiar inglés, pero hay pocas plazas, así que hacen un sorteo, una especie de lotería para decidir quién entra y quién no. ¡Yo tuve la grandísima suerte de entrar! Pude estudiar inglés durante cuatro años mientras estaba en la universidad.


Mejorar mi nivel de inglés en esta escuela me permitió varias cosas: por un lado, con un nivel de inglés superior pude acceder a otras becas del Gobierno para hacer programas de inmersión para continuar mejorando mi inglés. Tener un nivel más alto de inglés fue lo que me permitió después poder estudiar un año en una universidad británica con la beca Erasmus. La cosa es, que si lo pienso, esa gran suerte que tuve entrando en la escuela de idiomas tuvo muchas consecuencias positivas en mi educación y carrera profesional. Además el inglés me dio experiencias laborales que también me ayudaron a ser uno de los seleccionados del máster.


La forma en la que habíamos conseguido un nivel de inglés lo suficientemente alto mis futuros compañeros y yo era diferente, pero no era la única diferencia que pude apreciar.


Me di cuenta de que la mayoría de mis futuros compañeros disfrutaban de una situación económica bastante privilegiada. No solo porque sus familias habían podido ofrecerles una educación en un colegio bilingüe privado, sino también por los comentarios que hacían sobre los lugares en los que habían pasado las vacaciones ese verano o los coches que tenían. Coches de alta gama cuyo valor doblaban el precio del máster y que no es habitual tener cuando tienes veinte años.


Siendo honesto empecé a sentirme un poco decepcionado. Como te decía antes, pensaba que este máster también iba a ser una oportunidad para ofrecer a personas que no podían pagarlo, pero que tenían potencial para hacerlo. Sin embargo, lo que vi es que la mayor parte de seleccionados eran personas muy privilegiadas económicamente y que podrían haber hecho el máster pagándolo sin demasiado dificultad.


No pude evitar sentirme un poco confundido, la verdad. No tenía ni tengo prejuicios en contra de mis compañeros adinerados, pero sí que es cierto que pensé por primera vez que el sistema, de forma consciente o inconsciente, siempre terminaba favoreciendo a los más privilegiados. Pensé: “un máster financiado por gente rica que beneficia a otra gente rica, ¿qué sentido tiene financiar algo a alguien que él mismo puede pagar?”.


A día de hoy tengo una visión algo más moderada. Todos los seleccionados al máster estábamos preparados y cumplíamos con los requisitos y el perfil de lo que se buscaba. Simplemente habíamos llegado a ese punto de forma diferente, pero en los dos casos por circunstancias fuera de nuestro control. En el caso de mis compañeros fue el dinero de sus familias, en el mío la suerte. Ni en el caso de mis compañeros ni en el mío estos factores eran méritos propios.


Y hablando de méritos, seguro que has oído hablar del término meritocracia.


La meritocracia es un sistema basado en el mérito. Una sociedad meritocrática integra el concepto de talento con esfuerzo. Si te esfuerzas y desarrollas tu talento, te mereces, tienes méritos para triunfar, para tener éxito. La mayoría de estudiantes seleccionados en el máster nos sentíamos orgullosos de haberlo conseguido. Nuestro esfuerzo había dado sus frutos. Lo que probablemente no considerábamos, o al menos yo no lo hacía, eran esos factores que no están conectados con el esfuerzo y que nos habían favorecido; el dinero o la suerte.


Por eso este sistema meritocrático puede ser algo peligroso. Porque al final lo que hace es justificar la desigualdad. Si no has triunfado es porque no lo mereces, no te has esforzado lo suficiente. Por supuesto no estoy quitándole valor a la cultura del esfuerzo, sería una locura hacerlo, especialmente siendo profesor, pero sí que creo que muchas veces tendemos a olvidar muchas variables que afectan a las cosas que conseguimos y no conseguimos. ¿Cuál es probablemente la variable más importante? El privilegio. Del privilegio ya hablamos en el episodio dieciocho, así que no voy a profundizar más en ese tema. El privilegio no impide ser reconocido por nuestros esfuerzos, pero tenemos que ser conscientes de él.


La realidad es que los diferentes estudios que hablan de movilidad social, una de las medidas tradicionales del éxito por tus méritos y esfuerzos, muestran que la movilidad social es una excepción. Te pongo un ejemplo: si tus padres han ido a la universidad, tú tienes tres veces más probabilidad de convertirte en universitario que otra persona cuyos padres no fueron a la universidad.


El problema es que muchas veces esas excepciones se convierten en ejemplos con los que nos bombardean constantemente. Todos hemos oído historias de jóvenes que empiezan en su garaje de casa y que en pocos años crean imperios multimillonarios. Por cierto, como curiosidad te diré que en España es poco común tener garaje, ya que el 65% de los españoles viven en pisos en edificios y no en casas, un porcentaje muy superior al de la media europea.


Por todo lo que te estoy contando puede que pienses que esta fue la razón por la que rechacé, dije que no al máster, te equivocas. A pesar de mi pequeña decepción con el sistema todavía estaba entusiasmado con la posibilidad de hacerlo, era una buena oportunidad. No creas que lo rechacé por una cuestión de dignidad o lucha de privilegios.


La verdadera razón por la que lo rechacé fue el dinero. Y sí, el máster era 100% becado, no tenía que pagar nada, pero hay más.


Por un lado durante el año de estudio y prácticas no podía realizar ninguna otra actividad laboral, otro trabajo. Es decir, tenía que aceptar no ganar nada de dinero, no tener ningún ingreso durante un año. No solo me preocupaba la falta de ingresos, sino también los gastos que iba a generar ese año. Muchas de las empresas donde luego habría tenido que hacer prácticas estaban en polígonos industriales fuera de la ciudad y lo más seguro es que hubiera necesitado comprar un coche y pagar la gasolina entre otras cosas. Esto es algo que no todo el mundo puede hacer, especialmente en esa edad donde ya has dejado de ser dependiente de tu familia, pero no has tenido la oportunidad de ahorrar porque has trabajado pocos años y en posiciones junior.


Por otro lado, existía un acuerdo en el que si la empresa donde hacías las prácticas te ofrecía convertirte en empleado tenías que aceptarlo y estar en esa empresa al menos dos años. Es cierto que existía una forma de irte antes si querías. Podías “comprar tu libertad”. Estaba la opción de pagar lo que la empresa había pagado por tu formación, es decir pagar el precio real y completo del máster.


Teniendo en cuenta estas dos condiciones que te comento, decidí decir que no en el último momento. Lo consulté con mi madre también. Y recuerdo que a ella lo que más le preocupaba era el hecho de que tuviera que “comprar mi libertad” para dejar un trabajo. Y es que a veces las relaciones laborales pueden llegar a ser complicadas, incluso tóxicas y todo el mundo debería ser capaz de irse si quiere, ser libres.


Decidí no hacer el máster y entendí que tenía sentido que la mayoría de personas seleccionadas fueran jóvenes con una situación económica privilegiada. Chicos y chicas de 26, 27, 28 años que podían permitirse estar un año entero sin tener un salario, y que podían permitirse pagar el precio del máster si querían acabar con el contrato e irse de la empresa. Yo considero esto como un gran privilegio, pero al final no deja de ser algo anecdótico, algo que solo me hubiera afectado a mí.


El problema es que estos patrones se repiten en situaciones en los que afectan a muchas personas. España tiene un sistema político basado en la división de poderes; el legislativo, el ejecutivo y el judicial. El poder judicial está formado por jueces y juezas que para llegar a serlo han tenido que pasar por un proceso muy largo. Tienen que estudiar duramente a tiempo completo hasta pasados los treinta años, sin posibilidad de trabajar y ganar dinero.


¿Qué provoca esto? Pues que la mayoría de personas que acaban siendo jueces en España son personas que han podido permitirse no tener un salario hasta pasados los treinta años. Personas que generalmente pertenecen a una misma clase social medio-alta, y con una ideología que tiende a una visión más conservadora. Como evidencia de esto te diré que en España existen asociaciones de jueces y solo un 10% de ellos están vinculados con una asociación progresista.


Esto me parece problemático porque, aunque el trabajo de un juez es interpretar la ley, es inevitable que en ocasiones haya un filtro personal en sus sentencias. Al final la clase trabajadora no está representada en el poder judicial español, a pesar de ser la mayor parte de la población.


Volviendo al tema del máster, ahora sé que fue la decisión correcta, pero en ese momento y durante dos meses hasta que encontré un trabajo estuve comiéndome un poco la cabeza sobre lo acertado de mi decisión. Comerse la cabeza es pensar mucho sobre algo como habrás imaginado. Conseguí un trabajo y eso hizo que me olvidara del máster. Era un muy buen trabajo, con buen salario, buenas condiciones, beneficios extra como seguro médico privado, una oficina muy bonita al lado de la playa y además, cuando empecé a trabajar me di cuenta de que también había ganado unos compañeros increíbles que se convirtieron en amigos. A pesar de todo lo que te estoy diciendo, después de un año decidí irme. Durante ese año conseguí ahorrar dinero y decidí reciclarme profesionalmente y dedicarme a la educación, quería ser profesor de español. Por cierto, ahora soy consciente también de que esto de reciclarse profesionalmente y dejar un trabajo en el que no estamos satisfechos también es un privilegio del que yo pude disfrutar.


No sé lo que habría pasado si hubiera hecho el máster. Probablemente ahora mi vida sería diferente, especialmente la profesional. Me alegro de haber dicho que no porque poco después encontré mi verdadera vocación: enseñar mi idioma y comunicar. ¿Cómo sé que es mi verdadera vocación? Pues lo sé porque estoy escribiendo este episodio un domingo a las nueve de la mañana. Me he venido a la cafetería porque me apetecía escribir y reflexionar sobre este tema. Estoy seguro de que si hubiera hecho el máster y ahora fuera, no sé, responsable de logística o incluso director de algún departamento en una empresa, no disfrutaría tanto de mi trabajo un domingo por la mañana.


Espero que hayas disfrutado del episodio y hayas aprendido algo nuevo. Yo te espero en el próximo episodio con muchas ganas.


Un abrazo grande. ¡Ciao, ciao!




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6 Comments


Fanchen
Mar 02, 2022

De nuevo el nivel de tu podcast es más alto que los otros que escucho. Y tienes razón. Meritocracia depende de el nivel socioeconómico de la familia. Si los padres tienen dinero o conexiones, sus hijos y hijas pueden ir escuelas privadas, tomar viajes en el extranjero, y encontrar trabajos buenos sin esfuerzo. En estados unidos, la calidad de las escuelas publicas se empeoran intencionadamente para que los públicos se mantengan estúpidos y se hagan fácil para regir. La verdad es que meritocracia es la disfraz de desigualdad.

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César
César
Mar 02, 2022
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Me encanta tu última frase, Fanchen. Hablando de esto te recomiendo que vayas a YouTube y veas este vídeo de Rafa Nadal. Me encanta cómo explica que el esfuerzo y el privilegio son compatibles: https://youtu.be/JiIfdkc2NGk

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Margaret
Feb 25, 2022

La igualdad absoluta solo existe a los ojos de Dios. Las personas nacen en diferentes familias con recursos diferentes, tienen talentos diferentes, hacen esfuerzos diferentes en la vida. En la búsqueda de la igualdad y la diversidad, ahora las personas son contratadas por sus razas y colores en lugar de sus habilidades.

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César
César
Mar 01, 2022
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Estoy de acuerdo contigo, Margaret. La igualdad absoluta o la justicia absoluta no existe, pero sí que creo que todavía hay espacio para mejorar el sistema y que no acaben los de siempre arriba. Nadie debería ser contratado por su origen o su raza, idealmente el sistema no debería llegar a eso porque antes se le habría dado la posibilidad de tener las mismas oportunidades. Un saludo y gracias por comentar! 😀

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Hengameh
Hengameh
Feb 25, 2022

Estoy de acuerdo con ti. Muchas veces he llegado a la misma opinión también. El hecho es que el sistema está diseñado de una manera que merece a los ricos y el dinero es un factor muy importante. Y siempre necesitas dinero para pagar tus gastas personales y no puedes depender de tu familia para hacerlo. La satisfacción de tu trabajo es clara cuando no te sientes cansado de hacerlo y aprendes nuevas habilidades para hacerlo mejor, es una sensación que tienes cuando entiendes que has ayudado a alguien.🙂

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César
César
Feb 25, 2022
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Así es, Hengameh. Es imposible llegar a tener un sistema completamente justo, el mundo es demasiado complejo. Sin embargo, sí que existen formas de favorecer que la igualdad sea cada vez más real. De hecho lo hemos conseguido en los últimos años. Un abrazo! 😀

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